El buen hijo siempre vuelve a casa
UN BUEN HIJO SIEMPRE VUELVE A CASA .............馃槨
Eso dice el refr谩n y parece ser cierto. Todo el que se va, si es buen hijo, buena gente, buena persona, vuelve al lugar de donde parti贸. A veces regresa pronto, a veces despu茅s de mucho tiempo, pero vuelve.
El ejemplo m谩s claro nos lo da la Biblia en el episodio del Hijo pr贸digo, aquel que un d铆a, cansado de la rutina de su casa, le pidi贸 la herencia al pap谩 y se larg贸 a otros mundos en busca de aventuras, creyendo que en todas partes el asunto era mogollo. Y resulta que una cosa es el “hotel mama”, y otra muy distinta es por fuera de las enaguas de la madre.
Pues bien, el tal fulano se tir贸 la herencia con los amigotes y amiguitas, la vida se le volvi贸 una sola rumba y la bolsa se le fue mermando a pasos agigantados. Cuando los denarios se acabaron, tambi茅n se acabaron los amigos, las amiguitas desaparecieron y al hombre le toc贸 pasar las verdes y las maduras, comiendo bellotas (la Biblia usa im谩genes para no usar palabrotas) y vistiendo harapos. Hasta que le toc贸 regresar. Arrepentido, lloroso, flacuchento y llevado del que sabemos, lleg贸 a donde el padre que, no s贸lo lo perdon贸, sino que lo recibi贸 con los brazos abiertos. Hubo alegr铆a en la casa, y la fiesta dur贸 varios d铆as.
Mich铆n, el gato bandido de Rafael Pombo, se fue de la casa, armado con daga y pistola, dispuesto a hacer toda clase de maldades como cualquier bandolero, pero las cosas no le salieron bien y tuvo que regresar, dolorido y hambriento: “Oh, mamita, dame palo, pero dame de comer”.
Recuerdo a una muchacha de mi pueblo que, a sus diecisiete a帽os, era de las m谩s bonitas de la comarca. Una noche sin luna y sin estrellas se “vol贸” con un vendedor de escobas y traperos, y raptada y raptador desaparecieron como por encanto. Nadie supo de ella hasta que un d铆a, despu茅s de varios a帽os y muerto el padre, la chica regres贸 por su parte de herencia. Lleg贸, cargada de necesidades y de hijos.
Afortunadamente no todos los que regresan lo hacen porque les fue mal en la aventura o porque los caudales se les agotaron o porque les fue como a los perros en misa. Hay quienes regresan, llenos de vida y salud, con la chequera abultada y la mente enriquecida de nuevos conocimientos. Vienen a compartir lo que traen, sonrientes, amigables y con el coraz贸n henchido de alegr铆a.
Un mal d铆a de un mes que no recuerdo se me perdi贸 un amigo sacerdote. Lo llamaba al tel茅fono fijo y el aparato me respond铆a con un pi pi pi pi. Lo llamaba al celular y una coqueta voz femenina me enviaba al buz贸n de mensajes. Les preguntaba a otros amigos comunes y todos dec铆an estar en las mismas. Se lo trag贸 la tierra –pensaba yo-, o se lo carg贸 el Mandingas, pero el Mandingas no se lleva a los sacerdotes buenos. ¿Entonces?
Hace poco recib铆 una llamada. Esa voz la conozco, me dije. Era, en efecto, la voz del cura desaparecido. El coraz贸n me lati贸 apresurado y las palabras se abalanzaron en tropel y la alegr铆a me inund贸. Regres贸 el perdido. No s茅 de d贸nde, ni c贸mo, ni cu谩ndo. Pero lleg贸 con el mismo vicio de siempre y la pasi贸n que nunca lo abandona: El vicio de los libros y la pasi贸n del saber. Medio me salud贸, para volver a meterse en sus investigaciones. As铆 son los amigos.
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